Las probabilidades de recesión crecen, y la tasa de desempleo subió al 4,3% en julio, oficialmente el dato más elevado desde octubre de 2021, por lo que la discusión por la economía volvió a cobrar relevancia en el debate político estadounidense de cara a las próximas elecciones presidenciales.
Esta tendencia al alza inició en diciembre del año pasado, y al mismo tiempo en que el índice de actividad económica mensual evidenció una notoria desaceleración, según las mediciones de la firma IHS-Markit para el proxy del PBI mensual de Estados Unidos.
Asimismo, el último dato referido a la tasa de inflación de precios minoristas arrojó una variación interanual del 2,9% al término de julio, una cifra que todavía se encuadra por encima del objetivo oficial del 2% establecido por la Reserva Federal.
Otros indicadores registraron variaciones más elevadas, como la tasa de inflación núcleo que para julio fue del 3,3%, o la inflación en servicios que superó cómodamente el 4% interanual. Sin embargo, el indicador “predilecto” por la Reserva Federal, el PCE de inflación subyacente, marcó una suba del 2,6% en julio.
Jerome Powell confirmó que la FED dio por finalizado el período de mayor restricción monetaria, para retomar un nuevo sendero caracterizado por la rebaja de las tasas objetivo (tanto el límite inferior como el superior respectivamente). En la práctica, esto implica inyectar una mayor cantidad de dinero en la economía, como respuesta a la incipiente tendencia recesiva.
Desde el punto de vista fiscal, la administración Biden-Harris provocó un desequilibrio de tal magnitud, que el Gobierno federal perdió la mayor parte de su margen de maniobra para hacer frente a una recesión (algo que típicamente impulsa al déficit fiscal al alza).
La pésima situación presupuestaria inducida por los demócratas amenaza con provocar una eventual crisis fiscal en Estados Unidos, en caso de que el Tesoro no pueda hacer frente al pago de los intereses de deuda. Si bien la rebaja de la tasa de la FED podría ayudar a mitigar este impacto, el déficit fiscal continúa alimentando el stock de deuda a niveles nunca antes vistos desde la Segunda Guerra Mundial.