La cifra de víctimas mortales por las inundaciones que azotaron el centro de Texas el pasado 4 de julio ha ascendido a 131, según ha informado el gobernador Greg Abbott.
Las autoridades han suspendido la búsqueda de desaparecidos por el riesgo de nuevas crecidas, mientras piden a la población ribereña que se traslade a zonas más elevadas. Casi un tercio de los fallecidos son menores de edad que se encontraban en un campamento de verano en Hunt.
El Servicio Meteorológico Nacional ha emitido una nueva alerta por fuertes lluvias hasta el martes, con previsiones de hasta 15 centímetros de precipitación en zonas como San Antonio, Austin y el condado de Kerr.
La región aún no se ha recuperado del desbordamiento del río Guadalupe, que el 4 de julio se elevó ocho metros en apenas 45 minutos tras una lluvia torrencial de casi 300 mm/hora, el equivalente a un tercio de la media anual.
Este tipo de crecidas súbitas no son infrecuentes en el centro de Texas, conocido como «el callejón de las inundaciones repentinas». Sin embargo, expertos como el meteorólogo Shel Winkley advierten que el cambio climático está intensificando estos eventos: «Esta zona sufre ambos extremos: las sequías son más severas y, cuando llueve, lo hace con más fuerza, lo que eleva el riesgo de inundaciones súbitas».
El gobernador Abbott ha convocado una sesión legislativa especial para investigar tanto la respuesta institucional como el nivel de preparación frente a estos desastres. También se han planteado dudas sobre la ausencia de sistemas de alerta y la falta de personal en el Servicio Meteorológico tras recortes federales.