Hace dos años, bajo el liderazgo del Presidente Nayib Bukele, El Salvador dio un paso audaz en su lucha contra el crimen organizado al poner en marcha el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), una de las cárceles más grandes y seguras del mundo.
Este megaproyecto no solo ha cambiado el panorama penitenciario del país, sino que también ha marcado un antes y un después en la guerra contra las pandillas que durante décadas sembraron el terror en todo el territorio salvadoreño.
El CECOT alberga actualmente a miles de pandilleros que han sido responsables de infundir miedo y violencia en la población. Con su arquitectura diseñada para maximizar la seguridad y minimizar los riesgos de fuga o confrontaciones, la megacárcel se ha convertido en un símbolo del esfuerzo del Gobierno para erradicar la actividad criminal en el país.
Los pandilleros más peligrosos, aquellos que han cometido los crímenes más atroces a lo largo de los años, han sido trasladados a este centro de alta seguridad, donde están pagando por los daños causados a las familias y comunidades salvadoreñas.
Este centro no solo está diseñado para resguardar a los reos, sino también para dar un mensaje claro: en El Salvador, los criminales ya no tienen espacio ni impunidad.
Para el Gobierno de Bukele, la prioridad es garantizar la seguridad de los ciudadanos y recuperar la paz en un país que ha sido azotado por décadas de violencia.
El impacto de este centro de reclusión es evidente en la disminución de la violencia en El Salvador, que ha registrado una caída histórica en los índices de homicidios desde su implementación.
El CECOT se ha convertido en un pilar en la lucha contra las pandillas, representando la determinación del país para poner fin a la violencia que ha marcado su historia reciente.