Exactamente, el 18 de marzo de 2020, a través de una Cadena Nacional, a eso de las 8:25 de la noche, el presidente Nayib Bukele anunciaba hace cuatro años el primer positivo de COVID-19.
La población en El Salvador se congeló estremecida al saber que, a través de un punto ciego, un sujeto de forma irresponsable ingresó al territorio y fue identificado en el municipio fronterizo de Metapán, al norte de Santa Ana; donde esa misma noche el Presidente ordenó a la Fuerza Armada la instalación de un “Cordón Sanitario”.
El paciente 1 llegó al hospital de ese municipio y ahí identificaron los síntomas y lo remitieron como sospechoso, por su nexo epidemiológico, es decir, un riesgo porque estuvo en Italia en los días que el coronavirus se expandió en ese país europeo.
“El paciente ya está aislado, sin embargo, como entró por un punto ciego es probable que haya tenido contacto con varias personas y muchas de estas personas pudieran estar contaminadas”, informó Bukele en Cadena Nacional.
Cuatro años después, ver aquellas escenas de película donde ciudadanos con mascarillas, rostros cubiertos y guantes, rociaban amonio cuaternario en personas, zapatos y llantas de vehículos podría ser causa de carcajadas; pero en ese entonces, eran las medidas de seguridad que muchos tomaron para cuidar sus territorios, la salud de ellos y sus familias.
El COVID-19 llenó al país de pánico y arrebató la vida de miles de connacionales, pero gracias a las iniciativas implementadas por la administración de Nayib Bukele, que fueron fuertemente criticadas por la oposición llamadas incluso «dramáticas y excesivas», lograron que los fallecidos fueran pocos en comparación a otros países donde los ciudadanos tuvieron que hasta calcinar en sus propias casas los cadáveres de sus familiares.