Prudencia Ayala, nacida el 28 de abril de 1885 en Sonzacate, Sonsonate, El Salvador, se convirtió en una figura fundamental en la historia de la lucha por los derechos de las mujeres en Centroamérica, principalmente por sus orígenes indígenas y humildes, ya que solo logró llegar hasta segundo grado en su educación formal, pero su espíritu autodidacta y su inquebrantable determinación la llevaron a convertirse en escritora, ensayista, activista feminista y símbolo de resistencia para una época complicada para las mujeres.
Desde joven, Ayala defendió ideas adelantadas a su tiempo: el feminismo, el antiimperialismo y la unión centroamericana. En 1913, comenzó a publicar sus columnas en el «Diario de Occidente», lo que le trajo persecuciones y encarcelamientos, primero en El Salvador en 1919, y después en Guatemala, donde fue acusada de intentar derrocar al presidente José Manuel Estrada Cabrera. De sus vivencias en ese país nació su obra “Escible: Aventuras de un viaje a Guatemala”.
A lo largo de la década de 1920, Prudencia Ayala no cesó en su producción intelectual. Publicó los libros “Luz de Orión” (1924), “Inmortal, amores de loca” (1925) y “Payaso literario en combate” (1928). Fundó además el periódico “Redención femenina”, donde plasmó su pensamiento sobre la igualdad entre hombres y mujeres, exigiendo para ambos el mismo reconocimiento ciudadano.
En los años 30, desafió abiertamente el orden establecido al manifestar su deseo de postularse a la presidencia de El Salvador, en un tiempo en que la mujer ni siquiera tenía derecho al voto. Su intento provocó un amplio debate nacional sobre la participación política femenina, a pesar de que fue desacreditada y atacada por su condición de mujer indígena y humilde.
Aunque no logró su candidatura ni ver en vida la conquista del sufragio femenino, pues murió en San Salvador el 11 de julio de 1936, Prudencia Ayala sembró las bases de una transformación histórica. En 1939, se reconoció por primera vez el derecho al voto de las mujeres salvadoreñas, aunque de manera restringida a quienes cumplían ciertos requisitos de edad, estado civil y educación.
El sufragio femenino pleno no llegaría sino hasta 1950, con la promulgación de una nueva Constitución. Aunque Prudencia Ayala no pudo presenciarlo, su legado fue determinante: ella fue la voz que rompió el silencio y abrió el camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres.
Hoy, su nombre permanece como un símbolo de valentía y esperanza en la historia de El Salvador y de toda Centroamérica.
