En una jornada electoral histórica, Lee Jae-myung, del Partido Demócrata, fue elegido presidente de Corea del Sur tras obtener el 49,42 % de los votos en las elecciones anticipadas del 3 de junio. Su principal rival, el conservador Kim Moon-soo del Partido del Poder Popular, alcanzó el 41,15 %, mientras que Lee Jun-seok, del Nuevo Partido Reformista, quedó en tercer lugar con el 7,78 %. La participación ciudadana alcanzó un 79,4 %, la más alta en casi tres décadas.
Estas elecciones fueron convocadas tras la destitución del expresidente Yoon Suk-yeol, quien fue removido de su cargo por el Parlamento y el Tribunal Constitucional luego de imponer brevemente la ley marcial en diciembre pasado.
Durante su discurso de victoria, Lee agradeció el apoyo de los votantes y prometió «hacer todo lo posible para responder a las expectativas de los ciudadanos y a la responsabilidad y misión que se me han confiado». Por su parte, Kim Moon-soo reconoció su derrota y aceptó «humildemente la decisión del pueblo».
Lee, exgobernador de la provincia de Gyeonggi y exalcalde de Seongnam, centró su campaña en la necesidad de reformas estructurales, combate a la corrupción y reducción de la desigualdad económica. En política exterior, aboga por una «diplomacia pragmática» que priorice los intereses nacionales, buscando equilibrar las relaciones con Estados Unidos, China y Rusia, y promoviendo el diálogo con Corea del Norte para aliviar tensiones en la península.
A pesar de enfrentar desafíos legales, incluyendo acusaciones de corrupción que él niega, Lee inicia su mandato con el respaldo de una mayoría legislativa, lo que le permitirá avanzar en su agenda de reformas sociales y económicas.
La victoria de Lee marca un cambio significativo en la política surcoreana, poniendo fin a un período de inestabilidad y abriendo la puerta a una nueva etapa centrada en la unidad nacional y la recuperación económica.