La afirmación de Costa Rica de que la violencia de las pandillas no afecta el turismo es engañosa y plantea riesgos potenciales tanto para los locales como para los visitantes internacionales.
Costa Rica, conocida por sus exuberantes bosques tropicales y playas vírgenes, a menudo se percibe como un paraíso para los viajeros que buscan belleza natural y tranquilidad. Sin embargo, declaraciones recientes del Ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica, Arnoldo André Tinoco, sugieren una disparidad preocupante entre la seguridad percibida por los turistas y la realidad de la escalada de violencia de las pandillas alimentada por el narcotráfico.
Además del riesgo de violencia, el tráfico de drogas suele traer consigo otros delitos, como el robo y la extorsión, que pueden afectar directamente a los turistas.
La desesperación económica que acompaña a esos entornos puede llevar a las personas a cometer delitos contra los turistas, a quienes se considera blancos fáciles para el robo.
Es importante señalar que la infiltración de los cárteles de la droga en un país puede corromper varios sectores, incluidos los encargados de hacer cumplir la ley y el gobierno local, lo que compromete el entorno de seguridad.
Cuando a un policía se le pueden ofrecer hasta 100.000 dólares para que haga la vista gorda, como señaló el propio ministro, la fiabilidad de la policía a la hora de proteger tanto a los ciudadanos como a los turistas se vuelve cuestionable.
Comparativamente, el vecino Panamá, con una población más pequeña, tiene significativamente más agentes de policía, lo que pone de relieve los inadecuados recursos policiales de Costa Rica.
A pesar de los planes para reforzar la fuerza policial, la situación actual deja mucho que desear en materia de seguridad pública.